jump to navigation

Olympus Mons (y III) enero 31, 2008

Posted by Spender in Crónica de Marte.
trackback

Como dos niños que a duras penas logran mantenerse en pie, nos levantamos temblado, esperando el último golpe de gracia que nos hiciera desaparecer de allí. Quizá lo esperábamos por nuestra estirpe, por nuestro pasado humano que nos condenaba y que se regocijaba en nuestro penar haciéndose notar siempre que tenía la oportunidad. Pero nada ocurrió. Nos sujetamos el uno al otro, sintiendo nuestros fríos y asustados huesos crujir y gritar en términos que desconocíamos.

Algo nos hizo movernos, como ese instinto primitivo que te hace agudizar todos los sentidos e inclinar la cabeza esperando respuestas. Sí, nos movimos. Al principio dubitativos, y después inconsciente e imprudentemente rápidos. De haber tenido medio hilo de voz, a buen seguro hubierámos gritado en medio de aquella aceleración. Las palabras que oímos tumbados sobre el polvo rojo adquirían nuevos tonos, y comenzaron a matizarse, a descubrir sus íntimos estados de angustia, de horror. Y con ellas, nuestras máscaras, que se retorcían sobre nuestros rostros.

Cuando, rodeados del eco, de las frases que ya distinguíamos con claridad y de los acoples metálicos nos decidimos a abrir los ojos, nos aturdió el paisaje que nos encontramos. De no haber sido por la fría plata que nos cubría el rostro, habríamos jurado estar en la Tierra. Vimos un pueblo como los que dejamos atrás, un pasado trasportado al futuro que queríamos empezar de cero. Y una megafonía recitando consignas para abandonar todo aquello. Frases vacías, como las que en su día nos quisieron enseñar para imponernos su miedo, su negocio.

Lloraste de rabia. Perdimos la cabeza y lanzamos piedras contra aquellos malditos profetas que casi nos roban nuestra oportunidad, nuestra vida. Y pronto, cuando exhausta descansaste sobre el pavimento de aquella calle desierta, me levanté para buscar la fuente de todos nuestros males anteriores y desconectarla. Un último «Atención, abandonen sus viviendas y enumérense sobre la rampa de acceso de su nave asignada» y todo hubo terminado. Y no estaba allí cuando ocurrió, pero sé que te levantaste decidida y oí tu última lágrima abriéndose contra el suelo.

Comentarios»

No comments yet — be the first.

Deja un comentario